Nuestros terapeutas (3/3) - Keka, una complicada pero muy grata sorpresa

Según nosotros habíamos decidido que ya no queríamos más perros, que dos eran el límite. 

A Keka ya la habían visto. Parece que sus humanos anteriores no la trataban tan bien. Cuentan que la sacaban de la casa para que fuera a “jugar” con los perros que encontrara en la calle, para cargarla y luego vender sus cachorritos. Esa fue la historia que nos contaron y aunque nunca lo comprobamos con precisión, si pudimos darnos cuenta de que pasó por muchos embarazos y de que en general no le había ido de lo mejor. La cosa es que ya la habían visto pero como no había un temporal para ella no la podían recoger. 

Al final nos decidimos a recibirla, sabiendo muy en el fondo que probablemente se quedaría con nosotros. 

Cuando llegamos a recogerla la encontramos acostada en una kennel, temblando de miedo. Abrimos la puerta y casi inmediatamente se entregó a nosotros. No era para nada agresiva, era muy juguetona y hasta notamos que se puso feliz. Al verla caminar, nos dimos cuenta de que algo no estaba bien con una de sus patitas traseras y al revisarla vimos que tenía varias masas en el vientre, probablemente eran hernias, o una mastitis, o tal vez hasta un tumor. Nos montamos al carro y nos fuimos a la casa. 

keka

Al llegar a la casa Keka se desorientó mucho. Pasó unas horas sentada frente a la puerta, quizá no estaba acostumbrada a estar dentro.

Durante este tiempo la integramos a la casa, a que conociera a Balty y Tencho. También inspeccionamos mejor su patita y le tomamos videos para enviarle al veterinario y empezar a averiguar qué tenía. 

¡Camino a casa!

Un par de días después, cuando ya estaba más tranquila, la llevamos a consulta, para que le revisaran las masas en su vientre y le tomaran radiografía a su patita. Descubrimos que era una lección vieja, ella había tenido una fractura múltiple en el fémur de su pata posterior derecha. Esta lesión no fue tratada en su momento, y el hueso no curó bien, quedando más largo y débil. O sea, su patita era una bomba de tiempo, cualquier movimiento fuerte podría resultar en una nueva fractura. Además, según nos dijeron los médicos, esta lesión le causaba dolor crónico (aunque ella es impresionante para manejar el dolor, luego descubriríamos).

Para no hacer más larga la historia (de lo que ya es...), Keka pasó por tres cirugías y estuvo hospitalizada por aproximadamente 6 meses en total. Entre esas cirugías se le estirilizó y se le extirparon las masas en su vientre (no se encontró nada maligno en ellas). 

Lamentablemente, a pesar de los esfuerzos, no fue posible rescatar su pata. El hueso estaba demasiado débil y durante la recuperación de las cirugías se le había fusionado la articulación de la rodilla y se le había dislocado la cadera. Evaluamos la posibilidad de intentar una cirugía más, pero las probabilidades de éxito eran demasiado pocas y el mejor escenario no era muy ambicioso. Había sido suficiente, ya no debía soportar más ese dolor. Así que en enero de este año (2016) Keka se sometió a su última cirugía (esperamos), para que la pata fuera amputada. 

Keka en recuperación, acompañada de Balty y Tencho.

Desde entonces Keka ha sido la peluda más feliz de nuestra casa. Fue impresionante su recuperación, apenas habían pasado unos días y ya estaba caminando. Una o dos semanas después ya estaba corriendo y saltando (teníamos que detenerla a la hora de la comida para que no se agitara tanto).

Con mi Kekita sufrimos mucho, pero aprendimos mucho más. Durante todas las cirugías pasamos noches en las que no quería quedar quieta, lo que podría retroceder su recuperación. Una de esas ocasiones, cuando tenía mucho dolor, la tuve que sostener en mis brazos durante toda la noche, para consolarla y evitar que se moviera. En fin, perdí la cuenta de cuantas noches dormí en su cama, junto a ella, porque solo eso la calmaba. 

No sé cómo no terminó odiándome después de limpiarle las heridas adoloridas una y otra vez. Sé que hoy me mira con ojos de agradecimiento y amor. 

Al final de cuentas, nuestra familia no estaría completa sin ella. Aunque no es fácil tener un perro con discapacidad, intentamos que su vida sea lo más normal posible. Ella es incansable a la hora de jugar, brinca y hasta se para en una pata. Con Balty se aman con locura, duermen juntas, literalmente no se separan más de un metro una de la otra y en los paseos siempre van juntas. Tencho también las quiere mucho, el las protege de todo lo que se les pueda acercar, pero, como se imaginarán, no es muy fanático del “enchiclamiento”.